jueves, 21 de marzo de 2019

25. "Las Poquianchis"


Las “Poquianchis” es el sobrenombre y nombre mediático con el que se conoció a un grupo de asesinas seriales mexicanas activas entre 1950 y 1964, principalmente en la ciudad de Guanajuato, México. El grupo estaba conformado por las 4 hermanas de la familia González Valenzuela: Carmen, María de Jesús, Luisa y Delfina. Esta última la líder del grupo.
 Las cuatro mujeres eran dueñas de varios burdeles en Guanajuato y Jalisco, sus víctimas fueron en su mayoría prostitutas a su servicio aunque también asesinaron a clientes y bebés de las mujeres esclavizadas.

 Incursión como empresarias

Para 1935, la familia vivía en un estado de pobreza lamentable; las hermanas habían conseguido empleo en una fábrica textil, pero los miserables salarios que se pagaban apenas les servían para subsistir.
 En 1938, Carmen conoce a un hombre llamado Jesús Vargas alías "El Gato", un vividor y criminal de poca monta; con él Carmen entabla una relación y ese mismo año se va a vivir con él. Juntos abren una pequeña cantina en El Salto. Vargas dilapidó todas las ganancias del establecimiento hasta llevarlo a la ruina. Después de esto Carmen abandonó a Jesús Vargas y regresó a vivir con su familia.
 Para ese momento los padres de las hermanas González habían muerto dejándoles una modesta herencia; con este capital Delfina González abrió su primer burdel ubicado en El Salto, Jalisco. La prostitución era ilegal en Jalisco, pero la vigilancia para combatir esa práctica era pobre. El prostíbulo estuvo activo por mucho tiempo, hasta que una riña suscitada en el lugar llamó la atención de las autoridades, que cerraron el establecimiento.

Modus Operandi

Delfina desarrolló un método de reclutamiento que dejaba mayores ganancias: acudían a rancherías o pueblos cercanos, donde buscaban a las niñas más bonitas. No importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente se las robaban. O si estaban acompañadas de sus padres, generalmente campesinos, se les acercaban y les ofrecían darles trabajo a las hijas como sirvientas. Los padres accedían, “Las Poquianchis” se llevaban a las niñas y de inmediato empezaba su tormento.
Apenas llegaban al burdel, “Las Poquianchis” procedían a desnudar a las niñas por completo y examinarlas. Si consideraban que tenían “suficiente carne”, los ayudantes que habían contratado se encargaban de violarlas, uno tras otro, vaginal y analmente. También las obligaban a practicarles sexo oral y si lloraban o se resistían, las golpeaban.
 Después, “Las Poquianchis” las bañaban con cubetadas de agua helada, les daban vestidos y las sacaban por la noche a que comenzaran a atender a la clientela del bar, bajo amenazas de muerte. Los clientes se mostraban siempre encantados de que les proporcionaran niñas de tan corta edad para que los atendieran, así que el negocio iba viento en popa. Las hermanas alimentaban a sus esclavas sexuales solamente con cinco tortillas duras y un plato de frijoles al día.

Cuando una de las prostitutas llegaba a cumplir veinticinco años, “Las Poquianchis” ya la consideraban “vieja”. Procedían entonces a entregársela a Salvador Estrada Bocanegra “El Verdugo”, quien la encerraba en uno de los cuartos del rancho, sin darle de comer ni beber por varios días, y entrando constantemente para patearla y golpearla con una tabla de madera en cuyo extremo había un clavo afilado. Una vez que la mujer estaba tan débil que ya no podía ni siquiera intentar defenderse, “El Verdugo” la llevaba a la parte de afuera del rancho y, tras cavar una zanja profunda, la enterraba viva. A otras les aplicaban planchas calientes sobre la piel, las arrojaban desde la azotea para que murieran al caer, o les destrozaban la cabeza a golpes.
Si una de las muchachas se embarazaba, si padecía anemia y estaba demasiado débil para atender a sus clientes, o si se atrevía a no sonreírle a los parroquianos, era asesinada. Los bebés que llegaron a nacer fueron muertos y enterrados, con excepción de un niño, al que guardaron para vendérselo a un cliente que quería experimentar con él; mientras se dedicaron a maltratarlo.

También practicaban abortos clandestinos si alguna de las prostitutas más populares quedaba embarazada, con tal de no perder esa fuente de ingresos. Las mujeres además eran obligadas a limpiar el lugar, a cocinar y a atender a “Las Poquianchis”.
 “Las Poquianchis” habían reclutado a varios ayudantes que las auxiliaban en sus labores. Uno era Francisco Camarena García, el chófer que se encargaba de transportar a las jovencitas reclutadas, junto con Enrique Rodríguez Ramírez; otro era Hermenegildo Zúñiga, ex capitán del ejército, conocido como “El Águila Negra”, quien servía como su guardaespaldas y cuidador del burdel.
José Facio Santos, velador y cuidador del rancho; y Salvador Estrada Bocanegra, “El Verdugo”, quien golpeaba a las prostitutas que protestaban por algo y, cuando alguna amenazaba con marcharse o denunciar los maltratos a los que era sometida, se encargaba de asesinarla y enterrarla. También policías y militares utilizaban los servicios de las niñas esclavas, todo gratis a cambio de protección para el burdel.
María Auxiliadora Gómez, Lucila Martínez del Campo, Guadalupe Moreno Quiroz, Ramona Gutiérrez Torres, Adela Mancilla Alcalá y Esther Muñoz “La Pico Chulo” eran prostitutas que se convirtieron en celadoras y castigadoras a cambio de que “Las Poquianchis” respetaran sus vidas.

Cuando alguna de las niñas nuevas no quería ceder ante el capricho de algún cliente, ellas se encargaban de arrastrarla de los cabellos por todo el burdel, llevarla a un cuarto y darle de palazos hasta dejarla inconsciente. “La Pico Chulo” también gustaba de matar a palazos a las muchachas, destrozándoles la cara y el cráneo con una tranca de madera.

El burdel "Guadalajara de noche"

En 1954, Delfina muda el establecimiento a Lagos de Moreno, Jalisco, durante las festividades de la feria anual celebrada en el pueblo.​ Para establecer el negocio las mujeres contaron con el apoyo de varias autoridades corruptas. El propio alcalde concedió los permisos para que el negocio operara como bar a cambio de favores sexuales.
Las mujeres eran engañadas o compradas a tratantes. El sistema con el que operaba el burdel era semejante al peonaje empleado durante el Porfiriato: las mujeres cautivas estaban obligadas a comprarle a las madrotas suministros, como ropa y comida, a precios arbitrarios, acumulando así inmensas deudas. Las mujeres entonces eran forzadas a prostituirse para poder pagarles.
Su número confirmado de víctimas son 91, pero se cree pudieron matar a más de 150 personas convirtiéndolas en las asesinas seriales más prolíficas registradas en la historia de México, aún más que cualquier asesino serial varón mexicano.
Luego del escándalo que se generó por los prostíbulos que manejaban las hermanas, las prostitutas a su cargo relataron a las autoridades que nunca las dejaban salir de las casas de citas, y que cuando resultaban embarazadas les practicaban abortos y en caso de nacer los niños, éstos eran asesinados por las mujeres.

Según el relato de las rescatadas, “Las Poquianchis” también asesinaban a aquellas prostitutas que “ya no les servían” a quienes sepultaban vivas en un panteón clandestino ubicado en el poblado de San Ángel, en Purísima del Rincón. Este “trabajo” era realizado por el capitán del Ejército, Hermenegildo Zúñiga Maldonado, conocido como “El Capitán Águila Negra”, quien fue amante de Delfina.
Luego de varios meses que duró el proceso que consistió en careos e interrogatorios, finalmente Delfina, María de Jesús y María Luisa González Valenzuela, fueron acusadas de lenocinio, secuestro y homicidio calificado y recibieron la pena máxima de 40 años de prisión, sin embargo dos de ellas murieron tras las rejas antes de poder obtener su libertad.

Delfina, conocida como La Poquianchis Mayor, falleció a los 56 años en la cárcel de Irapuato, el 17 de octubre de 1968; María Luisa, apodada perdió la vida en su celda de la cárcel municipal de Irapuato en noviembre de 1984 luego de ser consumida por un cáncer hepático y María de Jesús fue la única que falleció en libertad. Carmen, la mayor de las hermanas, falleció en 1949 sin conocer el destino de sus hermanas.

Referencias:
·        https://peru.com/actualidad/historias-de-crimenes/poquianchis-hermanas-asesinas-mas-letales-mexico-noticia-373745
·        https://es.wikipedia.org/wiki/Las_Poquianchis

No hay comentarios:

Publicar un comentario