Las
“Poquianchis” es el sobrenombre y nombre mediático con el que se conoció a un
grupo de asesinas seriales mexicanas activas entre 1950 y 1964, principalmente
en la ciudad de Guanajuato, México. El grupo estaba conformado por las 4
hermanas de la familia González Valenzuela: Carmen, María de Jesús, Luisa y
Delfina. Esta última la líder del grupo.
Incursión
como empresarias
Para 1935, la
familia vivía en un estado de pobreza lamentable; las hermanas habían
conseguido empleo en una fábrica textil, pero los miserables salarios que se
pagaban apenas les servían para subsistir.
Modus Operandi
Delfina
desarrolló un método de reclutamiento que dejaba mayores ganancias: acudían a
rancherías o pueblos cercanos, donde buscaban a las niñas más bonitas. No
importaba si tenían doce, trece o catorce años de edad; llevaban cómplices
masculinos que, si las sorprendían solas, simplemente se las robaban. O si
estaban acompañadas de sus padres, generalmente campesinos, se les acercaban y
les ofrecían darles trabajo a las hijas como sirvientas. Los padres accedían,
“Las Poquianchis” se llevaban a las niñas y de inmediato empezaba su tormento.
Apenas
llegaban al burdel, “Las Poquianchis” procedían a desnudar a las niñas por
completo y examinarlas. Si consideraban que tenían “suficiente carne”, los
ayudantes que habían contratado se encargaban de violarlas, uno tras otro,
vaginal y analmente. También las obligaban a practicarles sexo oral y si
lloraban o se resistían, las golpeaban.
Cuando una de
las prostitutas llegaba a cumplir veinticinco años, “Las Poquianchis” ya la
consideraban “vieja”. Procedían entonces a entregársela a Salvador Estrada
Bocanegra “El Verdugo”, quien la encerraba en uno de los cuartos del rancho,
sin darle de comer ni beber por varios días, y entrando constantemente para
patearla y golpearla con una tabla de madera en cuyo extremo había un clavo
afilado. Una vez que la mujer estaba tan débil que ya no podía ni siquiera
intentar defenderse, “El Verdugo” la llevaba a la parte de afuera del rancho y,
tras cavar una zanja profunda, la enterraba viva. A otras les aplicaban
planchas calientes sobre la piel, las arrojaban desde la azotea para que
murieran al caer, o les destrozaban la cabeza a golpes.
Si una de las
muchachas se embarazaba, si padecía anemia y estaba demasiado débil para
atender a sus clientes, o si se atrevía a no sonreírle a los parroquianos, era
asesinada. Los bebés que llegaron a nacer fueron muertos y enterrados, con
excepción de un niño, al que guardaron para vendérselo a un cliente que quería
experimentar con él; mientras se dedicaron a maltratarlo.
También
practicaban abortos clandestinos si alguna de las prostitutas más populares
quedaba embarazada, con tal de no perder esa fuente de ingresos. Las mujeres
además eran obligadas a limpiar el lugar, a cocinar y a atender a “Las
Poquianchis”.
José Facio
Santos, velador y cuidador del rancho; y Salvador Estrada Bocanegra, “El
Verdugo”, quien golpeaba a las prostitutas que protestaban por algo y, cuando
alguna amenazaba con marcharse o denunciar los maltratos a los que era
sometida, se encargaba de asesinarla y enterrarla. También policías y militares
utilizaban los servicios de las niñas esclavas, todo gratis a cambio de
protección para el burdel.
María
Auxiliadora Gómez, Lucila Martínez del Campo, Guadalupe Moreno Quiroz, Ramona
Gutiérrez Torres, Adela Mancilla Alcalá y Esther Muñoz “La Pico Chulo” eran
prostitutas que se convirtieron en celadoras y castigadoras a cambio de que
“Las Poquianchis” respetaran sus vidas.
Cuando alguna
de las niñas nuevas no quería ceder ante el capricho de algún cliente, ellas se
encargaban de arrastrarla de los cabellos por todo el burdel, llevarla a un
cuarto y darle de palazos hasta dejarla inconsciente. “La Pico Chulo” también
gustaba de matar a palazos a las muchachas, destrozándoles la cara y el cráneo
con una tranca de madera.
El burdel "Guadalajara de
noche"
En 1954,
Delfina muda el establecimiento a Lagos de Moreno, Jalisco, durante las
festividades de la feria anual celebrada en el pueblo. Para establecer el
negocio las mujeres contaron con el apoyo de varias autoridades corruptas. El
propio alcalde concedió los permisos para que el negocio operara como bar a
cambio de favores sexuales.
Las mujeres
eran engañadas o compradas a tratantes. El sistema con el que operaba el burdel
era semejante al peonaje empleado durante el Porfiriato: las mujeres cautivas
estaban obligadas a comprarle a las madrotas suministros, como ropa y comida, a
precios arbitrarios, acumulando así inmensas deudas. Las mujeres entonces eran
forzadas a prostituirse para poder pagarles.
Su número
confirmado de víctimas son 91, pero se cree pudieron matar a más de 150
personas convirtiéndolas en las asesinas seriales más prolíficas registradas en
la historia de México, aún más que cualquier asesino serial varón mexicano.
Luego del
escándalo que se generó por los prostíbulos que manejaban las hermanas, las
prostitutas a su cargo relataron a las autoridades que nunca las dejaban salir
de las casas de citas, y que cuando resultaban embarazadas les practicaban
abortos y en caso de nacer los niños, éstos eran asesinados por las mujeres.
Según el
relato de las rescatadas, “Las Poquianchis” también asesinaban a aquellas
prostitutas que “ya no les servían” a quienes sepultaban vivas en un panteón
clandestino ubicado en el poblado de San Ángel, en Purísima del Rincón. Este
“trabajo” era realizado por el capitán del Ejército, Hermenegildo Zúñiga
Maldonado, conocido como “El Capitán Águila Negra”, quien fue amante de
Delfina.
Luego de
varios meses que duró el proceso que consistió en careos e interrogatorios,
finalmente Delfina, María de Jesús y María Luisa González Valenzuela, fueron
acusadas de lenocinio, secuestro y homicidio calificado y recibieron la pena
máxima de 40 años de prisión, sin embargo dos de ellas murieron tras las rejas
antes de poder obtener su libertad.
Delfina,
conocida como La Poquianchis Mayor, falleció a los 56 años en la cárcel de
Irapuato, el 17 de octubre de 1968; María Luisa, apodada perdió la vida en su
celda de la cárcel municipal de Irapuato en noviembre de 1984 luego de ser
consumida por un cáncer hepático y María de Jesús fue la única que falleció en
libertad. Carmen, la mayor de las hermanas, falleció en 1949 sin conocer el
destino de sus hermanas.
Referencias:
·
https://peru.com/actualidad/historias-de-crimenes/poquianchis-hermanas-asesinas-mas-letales-mexico-noticia-373745
·
https://es.wikipedia.org/wiki/Las_Poquianchis
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